martes, abril 22, 2008

ASI SEMOH

La genialidad de mis vecinos es tan auténtica como que después de mes y medio intentándolo sigo sin poder entrar en el blog de Patocuá.
Si, todas las mañanas salgo de mi casa con los auriculares puestos reprimiendo mis ganas de empezar a bailar, saltar y cantar. Bajo mi calle, nadie. Me adentro en la siguiente, premio! Ahí están los del barrio: el señor sentado en la puerta de la panadería vendiendo cupones mientras se come un bollo; la mari del segundo (nunca del quinto porque los bloques no superan las tres alturas) que agarra de la mano a su chiquillo mientras le encarga a la pescatera que le guarde kilo de boquerones y cuarto de gambas que la cosa tampoco está para tirar cohetes con esto de que no se venden pisos. Suelen estar por allí los que pasean a su perro con los ojos pegados; y el panzón que está en la puerta de la cafetería esperando a que entre su vecino favorito, ese que cuando lo distingue en la lejanía le desea buenos días de la siguiente guisa: "Gordo! que estás mu gordo, vete ar ginnacio! vamo a desayuna con la parienta!!" Y así, con una sonrisa me adentro en un callejón que me conduce al Glamour del Teatro donde hace dos semanas las alfombras rojas, los flashes, las cámaras de televisión, los estrenos, invadían mi ciudad. Desde aquí siempre igual pero diferente. No sé, según me dicen es que las ciudades costeras son distintas. Quizá sea eso que "semo diferente"

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